Irgue con dignidad su imagen
el torso invencible del hombre del desierto.
Después del vendaval, la lanza en el costado,
y el golpe de la arena, de la injuria, en pleno rostro.
Con su desgracia a cuestas,
irgue con dignidad su imagen.
Es un fragmento de raíz cardenche
que supera el dolor, la soledad y el tedio.
Aquel golpe violento de la arena desfiguró su faz,
y lo mantiene erguido.
Al girar media vuelta y enfrentar el obstáculo,
se encontró redivivo, henchido de entusiasmo.
Con decisión y brío, consiguió fortaleza
del revés sufrido.
Rostro al Sol, los brazos rotos y los pies desgarrados
ofrece el pecho a nuevos desafíos.
Este es el hombre lagunero, bien nacido,
que vive alegre buscando su camino.
Y llegará al final porque la fe del cielo
lo mantiene erguido.
¡Bien haya por el hombre del desierto!
¡Bien nacido!
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