Enriqueta Ochoa,
in
memoriam
Despunta el alba.
Un
incendio de rosas
el peñascal.
De tan desnudo
y tan azul, el cielo
se pone negro.
Enorme y solo,
su
túnica de viento
despliega el Sol.
Crece un ahogo
que incendia los pulmones.
Ciega el resplandor.
Tengo a la vista
los huesos de la Tierra.
El desierto y yo.
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